QUIERO QUE MI COMPAÑERO SEA UN VULCANO… 4 pistas para encajar el enfado en el trabajo

Hace un par de semanas me llamó un colega para comentarme las novedades sobre su reciente incorporación a una nueva empresa. Llamémosle Pedro. Cuando Pedro explicaba con entusiasmo lo mucho que le gustaba su nueva compañía, los retos planteados, el esfuerzo que está realizando para acortar su curva de aprendizaje y generar un impacto positivo en los resultados del equipo, hizo una pausa para nombrar la parte con la que no se sentía satisfecho. Se trataba de la actitud de algunos de sus compañeros, muy centrada en hacer público cualquier fallo que cometiera durante esta fase de adaptación.  Cuantos más resultados iba consiguiendo y más satisfecho parecía estar su jefe, más dispuestos estaban dos de sus compañeros a señalar sus errores. Para añadir un poco de humor a la situación, mi colega me decía: “¡Ojalá estos compañeros fueran como el Sr. Spock, primer oficial de la nave Entreprise!”. Spock, originario del planeta Vulcano y mitad humano, se rige por la lógica vulcaniana, basada en la absoluta racionalidad. Muestra con datos y evidencias lo que está mal, y reconoce lo que está bien, incluso cuando es contrario a sus ideas previas. “No me importa que me digan lo que estoy haciendo mal- me ayuda a seguir mejorando- lo que me molesta es que sólo se fijen en lo malo y el tono en el que me lo dicen a mí y al entorno”, comentaba Pedro.

Esa tendencia a desear cambios positivos en el entorno es muy frecuente. Nuestra inclinación natural es a tratar de buscar fuera la solución a nuestros problemas, en este caso emocionales. Al fin y al cabo, si lo que no está equilibrada es la reacción de mis compañeros, ¡pues que cambien ellos!

Sin embargo, creo que es más útil hacernos cargo de nuestros pensamientos y emociones, y aprender a navegar a través de ellas con más distancia. ¿Cómo?

  1. Identifica la emoción que está detrás de lo que estás sintiendo. En el caso de Pedro, enfado, rabia.
  2. Analiza qué provoca esta emoción y qué más puede haber detrás. En este caso, el enfado provocado por el comportamiento de alguno de sus compañeros lleva detrás otra emoción: el temor a que los fallos (comunicados en “altavoz”) puedan eclipsar todos sus logros. Y que, por ello, tanto sus compañeros como su jefe piensen que él no añade valor, que ha sido un mal fichaje, etc. (¡Cuando nuestra mente se pone a pensar en escenarios negativos puede ser muy creativa!).

Dentro de este análisis, también resulta útil vislumbrar qué emoción puede haber detrás del comportamiento de la otra persona (¿envidia? ¿celos? ambas emociones conllevan dolor), lo cual nos ayuda a entender de dónde parte su acción.

  1. Observa cómo te afecta dicha emoción, que reacción provoca. ¿Quieres darles un tortazo? ¿Gritarles? ¿Quejarte a tu jefe?… Sí, hay directivos muy seniors que lo primero que hacen ante este tipo de contrariedades es ir a quejarse a su jefe.

En cualquiera de los casos, date unos segundos antes de reaccionar (los necesita tu cerebro para procesar la información y no actuar de forma automática).

  1. Pregúntate qué puedes y quieres hacer para afrontar la situación. Esta última es la parte más importante. En el caso de Pedro, decidió aprovechar el extra de energía que le proporcionaba el enfado para plantear una conversación con cada uno de sus compañeros y hablar abiertamente de la situación, expresando lo que pensaba (y sentía) de ese comportamiento y dando a conocer sus expectativas. Es cierto que esta decisión implicaba “abrirse”, y muchos de nosotros hemos crecido en un entorno en el que ese nivel de apertura se podría entender como “debilidad”. Por suerte, la perspectiva sobre este aspecto está evolucionando de forma progresiva y saber expresar con tranquilidad lo que nos enfada se considera cada vez más una muestra de seniority y no de lo contrario. Se considera una respuesta más avanzada y madura de fomentar relaciones sanas que la que aprendíamos hace años, cuando considerábamos que la única forma de transitar a través de las emociones era desarrollando “thick skin” (que podríamos traducir como tener callo) para encajarlas.

Hay un escenario que Pedro no consideró en ningún momento: el de copiar la actitud de esos dos compañeros, es decir, estar pendiente de los fallos que cometen (en lugar de los logros) y contarlos por altavoz. Es precisamente con este tipo de actitudes con las que las deseadas culturas de colaboración se vuelven inalcanzables.

Conseguir un entorno de trabajo productivo requiere canalizar nuestra energía de forma útil, construir relaciones sólidas y evitar desgastes innecesarios tales como los que surgen por resolver mal las disputas entre compañeros.

Al fin y al cabo, ¡puede que si funcionemos mejor si sacamos algo de ese vulcaniano que todos llevamos dentro!

¡Larga vida y prosperidad!

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